Vicente de Paúl, Carta 1319: A Juan Barreau, Consul En Argel
Vicente de Paúl
París, 15 de septiembre de 1650
Mi querido Hermano: La gracia de Nuestro Señor sea siempre con nosotros.
Con gran dolor me hago cargo del estado en que está, que es motivo de pena para la Compañía y para usted de mérito ante Dios, ya que sufre como inocente . He sentido gran consuelo, mayor que cualquier otro, por la mansedumbre de espíritu con que ha recibido este golpe y aprovecha su estado de prisionero. Doy gracias a Dios con un sentimiento de incomparable gratitud. Nuestro Señor, que bajó del cielo a la tierra para redimir a los hombres fue hecho prisionero por ellos; ¡Qué dicha, querido hermano, poder ser tratado casi de igual forma! Se fue de aquí como de un lugar de alegría y reposo para asistir a los esclavos de Argel; y ahí sois tratado de forma similar a ellos y no de otra forma. Cuanta más relación tengan nuestras acciones con las
hechas y sufridas en esta vida por nuestro Salvador, más le serán agradables. En tanto vuestra prisión se asemeja a la suya, en cuanto honráis su paciencia, ruego que El os mantenga en esa actitud. Le aseguro que su carta me ha conmovido mucho, tanto, que estoy resuelto a hacerla
leer en el comedor, después que pasen las presentes ordenaciones, para edificación de la comunidad. Ya he hecho a la misma partícipe de la opresión que sufrís y de la dulce resignación de vuestro corazón, a fin de excitarla a que pida a Dios vuestra liberación y a agradecerle la libertad de vuestro espíritu. Seguid, querido hermano, conservándoos en la santa sumisión a la voluntad divina pues así se cumplirá en usted la promesa de Nuestro Señor de que ni uno solo de vuestros cabellos se perderá y de que en vuestra paciencia poseeréis vuestra alma . Por nuestra parte, le aseguro que le ayudaremos en todo lo que podamos mediante las oraciones y sacrificios reiterados a vuestra intención, aunque sea dirigiéndonos a la corte, cuando vuelva; al presente la corte está en Burdeos tratando de acallar algunos levantamientos producidos en este tiempo miserable. Estaría bien que escribieseis más tarde al señor conde de Brienne, para notificarle, de vez en cuando, el estado de las cosas que tocan a vuestro oficio, no sólo mientras dura el sufrimiento, sino también después que hayáis salido de él; yo le escribiré antes, a su regreso, y sabré por él mismo qué se puede hacer por usted.
Aplazamos el envío de un sacerdote. Temo que sea apresado y que aumente así vuestra pena al ver al otro. Cuando haya pasado la tormenta lo haremos partir. Acerca de lo que habíamos pensado sobre el P. Felipe Le Vacher, he escrito al P. Alméras con el fin de obtener las facultades necesarias. Ya está hecho. Poco después, habiendo hecho, la Sagrada Congregación, vicario apostólico del obispado de Cartago en la ciudad de Túnez a su hermano, ha tenido a bien conceder la misma gracia al susodicho P. Felipe para Argel y así se lo hizo constar en una carta al señor obispo de dicha Ciudad de Cartago para que lo tenga en cuenta. Dudamos si, en efecto, enviaremos al mencionado P. Le Vacher, porque se le necesita en Marsella, donde trabaja con mucho fruto en el seminario, a pesar de las dificultades que surgen; nos es difícil buscar uno apropiado para suplirle. Ya veremos.
Sobrelleve con alegría su soledad y no se haga ilusiones. Tenga paciencia. Confíe en Nuestro Señor recordando lo que El ha sufrido en su vida y muerte. «El servidor no es mayor que su maestro, se decía; si me han perseguido, a vosotros también os perseguirán» . «Bienaventurados los que son perseguidos a causa de la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos» . Según estas divinas palabras, querido hermano, sois dichoso. Alégrese en Aquel que se glorifica en usted y que será vuestra fortaleza en la misma proporción en que le sea fiel; se lo pido con insistencia. A usted, le insto, por el afecto que tiene a la Compañía, que le pida la gracia, para todos nosotros, de soportar con valor nuestras cruces, pequeñas y grandes, a fin de que podamos ser dignos hijos de aquella cruz, que nos han engendrado en el amor, y por la que esperamos alabarle y poseerle eternamente
por los siglos de los siglos. Amén. Pensaba terminar, sin embargo necesito decirle que marchamos bien, gracias a Dios, y que la Compañía trabaja en todos los lugares con bendición tanto en su perfección como en la salvación y edificación del prójimo. Esperamos abrir pronto tres nuevas casas, una en Périgueux, otra en Picardía y la última en Polonia. Se hará hacia la primavera, puesto que los caminos están intransitables durante el invierno. Tenemos otros todavía en proyecto. Ya le he notificado, me parece, la noticia de la muerte del P. Gondrée que se había marchado a la isla de Madagascar, en las indias orientales, con el P. Nacquart. Hemos recibido del mismo P. Nacquart un relato de su viaje; del estado del país, de las costumbres de los habitantes, de sus disposiciones para recibir nuestra santa religión y los buenos comienzos de esta Misión. Es una lectura que nos consuela mucho;
espero enviaros una copia lo antes posible, igual que hago en la presente con mi corazón lleno de ternura y estima de vuestro estado. Adiós hermano.
Soy, en su amor, su muy humilde y afectísimo servidor.
VICENTE DEPAUL
indigno sacerdote de la Misión
Mi querido hermano, ¡qué dichoso es de encontrarse en ese estado debienaventuranza que proclama dichosos a los que sufren persecución por la justicia! En adelante os veré bienaventurado en este mundo. Al pie de la primera página: Hermano Barreau.