Vicente de Paúl, Carta 1314: A Esteban Blatiron, Superior De Genova
Vicente de Paúl
9 de septiembre de 1650
Sí, padre, con todo mi corazón le pido y haré que le pidan a Dios para que le dé a conocer su voluntad sobre la salida o la permanencia de la compañía en Sturla ; dejémosle obrar a él. Las cosas están demasiado agitadas en Roma y usted tiene motivos muy poderosos para quedarse en ese lugar, si Dios mismo no es el que le mantiene en él; y si no lo hace, será una señal de que esa fundación no nos conviene,
ya que usted no la aceptó más que para probar y por pura condescendencia con el señor cardenal. Y para que lo que suceda, sea lo que fuere, nos encuentre dispuestos para recibirlo bien, mantengámonos, por favor, en una gran indiferencia. Le suplico, padre, que pida a Dios que nos la dé para todas las cosas de este mundo. En cuanto a lo que me escribe, de que encuentra menos sumisión en las personas de
la compañía que la que tuvieron los de fuera cuando trabajaron con usted, le diré, padre, que de ordinario siempre gusta lo nuevo y que esos señores, que nunca habían hecho misiones ni siquiera las habían visto hacer, lo mismo que las demás funciones de la compañía, las encontraron tan hermosas y tan útiles que sintieron la satisfacción de ejercerse también en ellas. Se pusieron de buena gana a las órdenes del superior, porque las entendía mejor que ellos; pero fue solamente durante algún tiempo; no siguieron adelante; todos se retiraron, como usted mismo está viendo. Antes había un gran número de eclesiásticos que salían de París para trabajar con nosotros en el campo; pero una vez que ha pasado la novedad, ya no viene casi nadie. ¡Bienaventurados sean los misioneros que perseveren en unos trabajos tan penosos
para ellos, pero tan provechosos para el prójimo! Si los suyos se cansan del trabajo o son duros en obedecer, hay que soportarlos; saque de ellos mansamente todo lo que pueda. Realmente conviene ser firmes para conseguir lo que se propone; pero sírvase de los medios convenientes, atrayentes y suaves para ello. Los hermanos no hacen bien en oponerse a que se les pida cuentas de su administración; porque no se hace por desconfianza, sino porque así lo requiere el buen orden y la costumbre de la compañía. Ellos mismos deberían ofrecerse a ello. Le ruego, padre, que les acostumbre a dar cuentas todos los días al procurador de la casa, y éste una vez al mes al superior.